¿Cómo es vivir con déficit de hierro?

Descubra qué se siente al tener niveles bajos de hierro, cómo gestionan las personas esa afección en su vida y cómo afrontan el tratamiento y la ayuda.

Mi historia: Sam S.

Sam S.

"Cuando tenía 15 años me sentía constantemente exhausta, aunque durmiera 12 horas. No podía concentrarme en el colegio y me dormía todo el tiempo. A los 16 años, me diagnosticaron enfermedad de Crohn y déficit de hierro. A lo largo de los años fui capaz de controlar en gran medida la enfermedad de Crohn, pero lidiaba constantemente con el cansancio y la fatiga provocados por el déficit de hierro, ya que pensaba que eso era normal.

Como madre, esposa y propietaria de un negocio, el déficit de hierro no solo me afecta a mí, sino a mi familia y a mi trabajo. Me preocupa estar demasiado cansada y confundida para llevar a mis hijas al colegio o hacer un buen trabajo para mis clientes.

"El déficit de hierro me impide ser la persona que quiero ser".

Quiero poder levantarme por la mañana con la energía suficiente para afrontar todo el día y después dedicar una tarde a mi marido. Quiero sentirme útil y realizada.

Hoy soy más consciente de los signos y síntomas del déficit de hierro, por lo que trabajo más estrechamente con mi médico para controlar de manera proactiva mis niveles de hierro; pido ayuda cuando mis seres queridos se dan cuenta de que estoy más cansada y equilibro mi vida asistiendo a clases de yoga".

El déficit de hierro me hizo sentir como una persona completamente diferente.

Anne

Mi historia: Elena B

Elena B.

"Mis síntomas aparecieron gradualmente. Me sentía exhausta todo el tiempo y me costaba mucho levantarme de la cama por las mañanas, a pesar de estar atravesando una época muy feliz de mi vida. También se me caía el cabello más de lo normal. Soy una persona activa: trabajo como locutora de radio, dedico tiempo a estar con mi hijo, me encanta salir y me mantengo en forma en el gimnasio.

Visité a varios médicos y ninguno de ellos pudo identificar nada fuera de lo normal. Sugirieron que el empeoramiento de mis síntomas era consecuencia del estrés.

En ese momento, sentía que nadie me comprendía.

Simplemente notaba algo raro, y sabía que tenía que haber otra explicación para cómo me sentía. Finalmente fui a visitar a una doctora que sugirió que hiciéramos una prueba de déficit de hierro. Ella descubrió que mis niveles de ferritina eran muy bajos. Mis síntomas eran el resultado del déficit de hierro, y me recomendó la administración de hierro por vía intravenosa.

Para mí, los resultados de ese primer tratamiento fueron rápidos. Me sentí considerablemente mejor físicamente. El hecho de recuperar mi energía me cambió totalmente la vida en ese momento, y pude seguir haciendo las cosas que me gustan. Ahora acudo regularmente a las revisiones con mi médico para asegurarme de que mis niveles de ferritina se mantengan dentro de parámetros saludables".

No espere demasiado. Si siente que algo va mal en su cuerpo, acuda al médico. Háblelo y hágase las pruebas enseguida

Anna

Mi historia: Claudia

Claudia

 "Criar a un hijo por segunda vez fue mucho más difícil. Intentar seguir el ritmo de un niño pequeño y una barriga creciendo era agotador. Tenía un poco de anemia y tomaba suplementos. Tenía la esperanza de que una vez que hubiera nacido el bebé, recuperaría mi energía, incluso durmiendo menos. 

Amamanté a nuestro hijo mayor hasta los seis meses, así que supuse que esta vez volvería a ser igual. Pero me sentía agotada. Lo achaqué a no haber podido descansar tanto como después del primer parto. Al principio me subía bien la leche, pero a medida que el bebé me pedía más cantidad, sentía que no podía producir la suficiente. Me enojaba con mi hijo y respondía de malos modos a mi marido sin motivo. Fue una época en la que me sentí muy sola. 

Cuando mi marido volvió al trabajo, por fin hablé con mi médico porque me preocupaba no poder seguir dando el pecho.

Los análisis de sangre detectaron que tenía anemia ferropénica, lo cual podía provocarme fatiga y afectar a mi producción de leche.

El tratamiento que me prescribió me hizo sentir mucho mejor y, felizmente, pude alimentar a mi bebé hasta que cumplió seis meses". 

Me gusta mucho correr, pero cuando se me detectó déficit de hierro, me resultaba imposible hacerlo. Ahora que mi déficit de hierro se ha controlado, puedo volver a correr

Christine

Mi historia: María

Maria

"Cuando los niños eran pequeños, pensaba que era lógico sentirme cansada después de correr detrás de ellos todo el día. Pero a medida que iban creciendo y ya no me necesitaban tanto, me sentía más agotada, no menos. Me enfadaba con ellos sin motivo porque no tenía energía para soportar el estrés de tener que hacer malabarismos con todo. Me sentía terriblemente culpable y no era el tipo de madre que quería ser.

Cumpleaños, celebraciones de Navidad, e incluso simples cenas con amigos: todo me sobrepasaba. Sólo quería esconderme hasta que todo acabara. Fui al médico, pero me sugirió que siguiera una dieta sana y descansara lo suficiente. Me sentía impotente y me empecé a preocupar, dado que me estaba haciendo mayor y podría padecer alguna enfermedad inusual. Algunos días, ese miedo era abrumador.

Por suerte, cuando mencioné el agotamiento constante y mis dificultades a otro médico, me recomendó que me hiciera unos análisis de sangre para ver si mi fatiga podía deberse a unos niveles bajos de hierro.

Cuando los resultados demostraron que efectivamente no tenía suficiente hierro en el cuerpo, me sentí aliviada: ¡no me estaba volviendo loca!

Sólo llevo un tiempo siguiendo el tratamiento que me prescribió, pero el mero hecho de saber que hay una razón para sentirme así y que hay esperanzas de que mejore, me ha hecho ver la vida de forma mucho más positiva".